miércoles, 26 de septiembre de 2012

La distancia.

"El verano ha acabado. Es el otoño. Sombras en el parabrisas. Silencio." ( El Antólogo, Nicholas Baker,p. 225) En mi ciudad, el otoño se anuncia con amenaza de huracán. Vivo en un puerto, se dice que en él sólo hay dos estaciones: verano e infierno. Así que el otoño se antoja placentero. Esta noche, por ejemplo, afuera no hace calor, afuera el silencio. Ayer tembló, vivimos sobre una falla tectónica. Todo es improbable, entonces, no debemos temer. Temblores, infierno, calor que se aleja, huracán que se promete. Y hoy, el diario sí hablaba de ti. Te vi, como diría Fito, y no buscaba a nadie. Verte por lo menos. La distancia (voy a la jarrita y sirvo el té). Me atrevo a tomar te porque no hace calor. Me atrevo a tomarte en la distancia y beber de tus ojos el recuerdo y tu presencia, tu maravillosa energía positiva, la fuerza protectora de tu nombre. Tu foto en el diario. Me quedo en ti, quedo de ti.

La compañía de los objetos cotidianos.

La mayoría de las veces, como un sueño recurrente, pienso en la soledad. Es cierto que siempre es deseable ese momento de encontrarse cara a cara con uno mismo y en muchas ocasiones me sorprendo disfrutando de ello, pero debo admitir que detesto hacer cosas sola, la sola idea de enfrentarme al mundo sin alguien con quien comparar, desde los precios del súper o la temperatura del día me pone mal. Me costó mucho trabajo aprender a estar sola, a disfrutarlo. Casi siempre busco compañía o tal vez la exija y ni me doy cuenta. Este fin de año decidí que las cosas no podían seguir así, ya casi tengo cuarenta años y creo que es la edad en que uno o supera o se queda. Esta es la idea entonces de este blog, un ejercicio cotidiano de encuentro con lo que me rodea, de la belleza de una taza de café en la mañana, de los colores de la fruta, de la madera de la tabla de picar y de su nobleza, de la relación casi amorosa con mi taza de té y la jarrita en que preparo mi porción y de cómo me encanta la manera casi sublime y tan perfecta en la inclinación del pico de la jarra y como el líquido caliente se vierte hasta caer en la hermosa taza café con interior de blanca y finísima porcelana. A veces comparto ese té con mi hija y muchas veces, muchas, sola, con mi taza y mi jarrita. Los objetos nacieron primero en la mente de alguien y también son creaciones, como nosotros. Nos resuelven la vida o la complican (según el nivel de acumuladores que podamos llegar a ser). Esta es la historia mía y de los objetos que me rodean y de todo lo que alrededor de ellos se genera.