miércoles, 26 de septiembre de 2012

La compañía de los objetos cotidianos.

La mayoría de las veces, como un sueño recurrente, pienso en la soledad. Es cierto que siempre es deseable ese momento de encontrarse cara a cara con uno mismo y en muchas ocasiones me sorprendo disfrutando de ello, pero debo admitir que detesto hacer cosas sola, la sola idea de enfrentarme al mundo sin alguien con quien comparar, desde los precios del súper o la temperatura del día me pone mal. Me costó mucho trabajo aprender a estar sola, a disfrutarlo. Casi siempre busco compañía o tal vez la exija y ni me doy cuenta. Este fin de año decidí que las cosas no podían seguir así, ya casi tengo cuarenta años y creo que es la edad en que uno o supera o se queda. Esta es la idea entonces de este blog, un ejercicio cotidiano de encuentro con lo que me rodea, de la belleza de una taza de café en la mañana, de los colores de la fruta, de la madera de la tabla de picar y de su nobleza, de la relación casi amorosa con mi taza de té y la jarrita en que preparo mi porción y de cómo me encanta la manera casi sublime y tan perfecta en la inclinación del pico de la jarra y como el líquido caliente se vierte hasta caer en la hermosa taza café con interior de blanca y finísima porcelana. A veces comparto ese té con mi hija y muchas veces, muchas, sola, con mi taza y mi jarrita. Los objetos nacieron primero en la mente de alguien y también son creaciones, como nosotros. Nos resuelven la vida o la complican (según el nivel de acumuladores que podamos llegar a ser). Esta es la historia mía y de los objetos que me rodean y de todo lo que alrededor de ellos se genera.

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